Mi llave...
Me desperté con los primeros rayos de sol de la mañana, esta mañana de invierno, invierno realmente duro de soportar en mi cuerpo dolorido y marchito. Ensimismada por el haz de luz y sus reflejos, sin ningún pensamiento, no fui consciente hasta pasados unos minutos. Me disponía a realizar mis estiramientos matutinos cuando fui consciente de mi descanso, creí soñar... Mi cuerpo no gritaba, ni un solo dolor, ni tenue, ni sordo, ni fuerte. Nada me impedía levantarme y de un salto salí de la cama. Podía levantar mis brazos sin temor, arrodillarme y levantarme sin dificultad, girar el cuello en todas direcciones, andar descalza sin dolor en la planta de mis pies y así un sin fin de gestos, posturas que adoptar sin ninguna consecuencia fatal. ¡Tantos pensamientos acudían a mi cabeza! ¡tantas cosas que podría hacer en el día! no sabía por donde empezar. Empecé por ducharme, ponerme todas esas cremas para cuidar mi cuerpo, mi cara, mi pelo. Peinarme y maquillarme, elegir la ropa que más me ape