Las Navidades pasadas.

El silencio evoca recuerdos de las Navidades pasadas. Implora respuestas a preguntas sin contestar.
¿por qué razón celebro la Navidad?
¿por qué me gusta o no la Navidad?
Mis primeros trazos en la memoria están grabados a fuego a modo de sentimientos más que actos.

            

Recuerdo la unión a mis hermanos, el miedo a que acaben pues vuelven los lloros y despedidas. El amor incondicional de mi madre, el respeto e incluso temor a mi padre, la obligación a cuidar de los pequeños impuesta por mi abuela. La alegría en las cenas en familia. 
Algunos actos como travesuras divertidisimas por aquel entonces, a las que tuve miedo de que repitieran mis hijos.

             

Momentos inolvidables, emociones fuertes, amores de siempre que me hicieron amar esas fechas y querer vivirlas siempre como entonces.
Pero las cosas cambian, te haces adulto y dejas de lado las travesuras para dar paso a la responsabilidad y con ella los limites impuestos y dejas de amar la Navidad por no ser como en la infancia, como las recordaba. Llegan los hijos y con ella recuperas esa ilusión por cosas insignificantes como comprar figuritas que luego pondremos juntos en el Belén o montar el árbol. Ver como se ilusionan por los reyes, como dejan sus zapatos bajo el árbol o la ventana para que amanezcan llenas de chuches. Su inquietud en la cabalgata, a la hora de acostarse y su cara de inmensa felicidad cuando despiertan. 

          

 Todo principio tiene un fin y los niños crecen, son ellos mismos los que dejan de ilusionarse en casa y pasan a divertirse con sus amigos aunque aun quedan esas cenas grandes en familia y momentos tiernos, divertidos pero para mi nunca volvieron a ser como antaño y piensas:
¿Cuándo dejó de gustarme la Navidad? La respuesta para mi es simple...
En el momento que dejé la ilusión a un lado y empecé a preocuparme solo por cuanto iba a aguantar el dolor de "mi compañera", cuando en las cenas en familia solo era capaz de pensar en si era correcto ya despedirse para volver a casa.
Aquí y ahora, soy consciente de que perdí esa batalla y reniego a volver a perderla. Y aunque las cosas han cambiado, me ilusioné por preparar cena en Noche Buena, aunque solo fuéramos cinco. Disfruté de ver a mi hija montar el árbol y del día de Navidad.

                 

 Aún quedan fechas señaladas para disfrutar, ilusionarme, divertirme y ganar esta batalla.
Al fin y al cabo por algo se precian estas fechas...
Dar, compartir...
amor y paz...
sobre todo paz con uno mismo para poder emanar armonía y sonreír a los que nos rodean.

Mar.

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